Este blog es mi particular baúl de recuerdos, una hucha de momentos que me enriquece y me hace sentir que la vida es para vivirla sin prisa pero sin pausa...







viernes, 13 de mayo de 2011

Teruel existe...

¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!... Sí, ya intuyo tu sonrisa velada por semejante afirmación que parece digna de un abuelo sentado a la sombra de un árbol en el parque, pero la considero tan cierta, tan cierta, que me ha salido del alma. Si no, párate un poco a pensar: a los niños les queda poco más de un mes de colegio, pues las clases acaban justo antes de San Juan; poco después, saboreando aún las cocas de las verbenas, estaremos ultimando los planes de las vacaciones, independientemente de que salgamos o no de nuestra ciudad habitual; el mes de vacaciones, como todo el mundo sabe, corre tan rápido que llega y se va prácticamente sin sentirlo; y sin casi darnos cuenta estaremos de nuevo comprando libros y preparando mochilas (si Dios nos ampara y pasamos de curso, claro...).

Seguro que te preguntarás ¿a qué viene todo esto?. Pues bien, viene a que llevo un rato dedicada a la ardua tarea de reordenar y clasificar las fotografías dispersas de las que hablé hace pocos días y me he "tropezado" con los recuerdos de nuestro viaje a Teruel del que hace justo ahora un año. Y es que, como se suele decir, Teruel también existe.

Vaya por delante que yo no era muy partidaria de visitar esta ciudad porque, a piori, no me decía nada, pero la insistencia -o terquedad- de Carlos acabó por convencerme. Así que en el mes de mayo del  año pasado, durante la festividad de la segunda Pascua y el "puente" que conlleva, decidimos acercarnos a tierras aragonesas, aprovechando una buena oferta de alojamiento que encontré en internet y de la que quedé gratamente satisfecha.

Nos alojamos en un pequeño pueblecito turolense y lleno de encantos llamado Mora de Rubielos, concretamente en el Hotel Jaime I, ubicado en lo que fue parte de la muralla que rodeaba la villa y que se puede apreciar tanto desde el exterior como en el interior del establecimiento:



Lo cierto es que en todo el pueblo pudimos descubrir detalles curiosos y sitios pintorescos, pero lo que más llamó la ciudad fue su limpieza y el tipo de arquitectura de sus casas, sumamente respetuosa con el entorno y con la historia de la villa:





Pero Mora de Rubielos fue sólo nuestro "campamento base" porque lo que nos llevó a hacer casi 500 kms. de ida y otros tantos de vuelta fue conocer Teruel, así que a la mañana siguiente nos pusimos rumbo a la ciudad de los amantes.

Teruel es una pequeña ciudad que entre sus atractivos turísticos combina a la perfección el estilo mudéjar, con la leyenda medieval de los amantes y la huella modernista que se puede apreciar en muchos de sus edificios principales. La escalinata, construida a principios del siglo XX con la finalidad de unir la estación de tren con el centro histórico de la ciudad, aúna dos de esos estilos artísticos presentes en la arquitectura de Teruel, el mudéjar y el modernismo: del primero toma el ladrillo como material constructivo y la decoración de cerámica vidriada; del segundo, la forja de las farolas:




El aire modernista de Teruel es fácilmente reconocible en la Plaza del Torico, donde se concentran algunas de las edificaciones más representativas de este estilo...


...aunque el verdadero protagonista de la plaza es, sin duda, el "Torico", icono de Teruel e ídolo de los turolenses, que han utilizado el habla de la zona para denominar a este pequeño toro que corona la fuente central de la plaza (normalmente el diminutivo en castellano sería "torito"). La fuente en cuestión se alza sobre una gran columna central, coronada por ese toro de reducido tamaño que le da el nombre y termina en la parte baja cuatro cabezas de toros escupen el agua que cae en la base. Ni que decir tiene que éste es el punto neurálgico de las celebraciones festivas de la ciudad, que incluyen entre sus atractivos una competición en la que los jóvenes escalan la columna para ponerle al torico un pañuelo rojo como forma de atestiguar que Teruel está en fiestas:



La leyenda medieval de los Amantes de Teruel es otro de los atractivos de la ciudad. De hecho, en el mes de febrero de cada año se celebran unas fiestas de caracter medieval, denominadas "Las bodas de Isabel de Segura", en las que se recrea la historia de los amantes. Por otra parte, la romántica historia de los dos amantes, Isabel de Segura y Juan Diego de Marcilla, inspiró la construcción de un mausoleo en su nombre que alberga entre sus tesoros las esculturas de los protagonistas talladas en alabastro bajo las que descansan sus momias en un aceptable estado de conservación:



Pero los restos de los amantes y sus esculturas alegóricas no es lo único que se puede visitar en el mausoleo, ya que también hay una exposición de diversas obras musicales, literarias y cinematográficas que la historia de los Amantes ha suscitado, entre las cuales se encuentra un colorido mural denominado "Un amor nuevo", obra de Jorge Gay, que recuerda un poco a "El beso" de Gustav Klim, que se conserva en Viena:



Además, hay que tener en cuenta que el Mausoleo de los Amantes se ubica en un anexo de la Iglesia de San Pedro, que es visitable y atestigua de nuevo la presencia mudéjar en la ciudad:



Ya en el interior de la iglesia tuvimos ocasión de comprobar su magnífica y colorida decoración...




...desde el campanario, la vista de la alfombra de los tejados de la ciudad mientras las campanas marcaban la hora de la liturgia...





...y en el corredor exterior que circunda la iglesia, las vidrieras al alcance de la mano, entre las cuales nos llamó la atención una alegoría a la Anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María y en la que el personaje alado guarda cierto parecido con el cantante David Bisbal, tal y como nos señaló la guía turística encargada de acompañarnos durante la visita:


El resto de la mañana, hasta la hora de comer, lo dedicamos a dar un corto paseo por la ciudad y continuamos viendo muestras de la arquitectura mudéjar en edificios, torres y campanarios:






La tarde, de ambiente algo desapacible, decidimos pasarla en Albarracín. ¡Eso sí que fue transportarse en el tiempo!: para completar la estampa sólo nos faltó habernos encontrado con Curro Jiménez porque la verdad es que el lugar en cuestión tiene toda la estética de un pueblo de la serranía. Y es que por no faltar no le faltan ni el castillo, ni las casas labradas en la roca, ni las calles estrechas y escarpadas...






Hasta aquí nuestra corta escapada a Teruel. Tengo que reconocer que mis iniciales reticencias acabaron siendo infundadas porque al final logré descubrir el encanto de una zona que, además de estar particularmente bien cuidada y ser idílica para pasar unas tranquilas vacaciones fuera del bullicio de la ciudad, es una fuente inagotable de cultura.


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